viernes, 26 de febrero de 2010

NO SENTAR NUNCA LA CABEZA

- Tienes que hablar de la procrastinación, me decía el otro día un Hermano.
- ¿Mande?, contesté.
- Que sí hombre, de eso de dejar para mañana lo que puedas hacer hoy.
- ¡Ah! Me habías asustado.

La procrastinación es el hábito de postergar las actividades que uno debe de atender. Parafraseando al genial José Mota: “Hoy no. Mañana”. Esto es, dejar para mañana lo que puedas hacer hoy. De obvio que el pobre Cantarín peca de todo menos de procrastinador y supongo que por ello solicita ayuda a ver si consigue entender el por qué del fenómeno.

También conocida como posposición consiste, en suma, en un trastorno del comportamiento que asocia la acción a realizar a algo negativo que puede ser desde un profundo dolor, a una leve incomodidad. El caso es que la acción se aplaza, si es posible, “sine die”.

Sin meterme en demasiados fregados ni queriendo jugar a los psicólogos (que uno es leguleyo) el no atender a las obligaciones constituye, de raíz, un trastorno del comportamiento que dependiendo de su gradación puede llegar a ser incluso incapacitante para el desempeño normal de una función o puesto de trabajo.

Cierto que las NNTT (Nuevas Tecnologías), y más en concreto el acceso a Internet ya sea desde el propio PC o mediante dispositivos en movilidad, facilitan enormemente los ratitos de asueto dentro de la jornada laboral. Pero de ahí a que los asuntos se queden en el “to do” debe de mediar un abismo.

Todos, en mayor o menor medida, hemos procrastinado una tarea. Esto me recuerda un chascarrillo de otra época. ¿Sabéis por qué los Abogados presentamos los escritos el último día? Sencillo. Lo hacemos el último porque al día siguiente están fuera de plazo. Continúo. Que sí, que yo también he sido pero no por ello se me puede acusar de posponedor profesional.

El procrastinador pernicioso es aquel que dilata la ejecución de las tareas encomendadas bien sea por miedo al fracaso, por indecisión o simple y llanamente por comodidad. Todos ellos tienen poca disculpa y a mi juicio sólo son personajes inmaduros.

El problema es que los hay que hacen de ello toda una razón de ser y obligan a los demás a ir por detrás finalizando todo lo inconcluso. Y eso jode y mucho, con perdón.

Aunque también puede ser que estemos viviendo la revolución silente que proclamaba el libro “Buenos días pereza” de Corinne Maier, que recuerdo me hizo pasar un buen rato veraniego con la teoría basada en el no hacer nada para cambiar el todo de la empresa actual.

Lo dejamos aquí por esta semana pero prometo continuar, ya que el tema de la gestión del tiempo es “core”.

Como decía al principio: “No Sentar Nunca la Cabeza” (Pignoise 2007).

1 comentario:

  1. Le comentaré mi opinión, este posponer hasta el último momento, es el reflejo de la cultura Judeo-Cristiana. En el que la “Salvación” se puede alcanzar con el arrepentimiento en el último momento, en la extremaunción, en la intervención divina que frena el brazo de Abraham antes de sacrificar a su hijo, etc. Siempre hay tiempo.
    No digo que sea la causa más importante... pero son muchos siglos con ese mensaje

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